La Seducción





El hombre observa con mirada ansiosa a la morena de ojos pardos. Ella sonríe coqueta y hace gala de sus encantos. Es atractiva y de piel pálida. Su escote generoso y su falda desprendida, le regalaba vistas de un paisaje más que apetecible. Muslos blancos y firmes que esconden celosos sus deseadas humedades. Ella echa mano de todas sus artes, como una hembra en celo atrayendo al macho para la cópula. Él duda ante tanto acicalamiento y finalmente sucumbe presa de una boca de sabor frutoso. Se entregó a la doctrina del deseo, masajeando cada sinuosidad femenina. Deleitándose con la calidez y magnetismo de aquel cuerpo de mujer.
Él avanza como un conquistador sobre tierras vírgenes-. Pobrecita, no sabes con quien te metes –piensa–. Nada bueno te pasará –Insiste y su mente insana paría torcidas ideas; todas hablaban de perversión.
La mujer le dice cosas al oído y lo distrae. Él no puede evitar estremecerse con sus susurros cálidos y sensuales. Entonces percibe la humedad de su lengua mojándole el cuello. Cierra los ojos extasiado y es entonces cuando esos agudos aguijonazos le perforan la carne. Trata de zafarse, pero la frágil doncella tiene una fuerza descomunal. El dolor es intenso. Siente que la vida le es arrebatada. Tirita de frío. La vista se le nubla y muere.

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