La Otra

(La imagen es propiedad de su autor)


Una mujer se apoya en el ribete de la puerta, cruza sus brazos en actitud reflexiva. Su rostro adquiere una repentina expresión de dicha. Cierra sus ojos y parece revivir dulces momentos. Se estremece, ríe y piensa que la primavera se adelantó para ella. Su corazón parece un volcán a punto de hacer erupción y es capaz de ver magia hasta en las cosas más banales. La razón es haber caído en las redes de Cupido y se perdió en un idilio espinoso que hiere la razón.



Súbitamente, la sombra de la duda desciende sobre ella, como un manto oscuro que cubre los rayos de un sol matinal. La dicha da paso a la angustia. Su corazón se oprime, de la misma forma que un fruto es exprimido para extraer su néctar. Entonces una lágrima solitaria cae de sus ojos, como un río descendiendo raudo desde las montañas. Sus labios tiemblan, siente miedo y llora.



Son sentimientos encontrados que la sumergen en un mar de incertidumbre. Siente que su nido de amor ha sido invadido por una extraña. De ahora en adelante, su vida no será la misma. Algo se ha roto, la fidelidad se fugó de su hogar y dejó entrar al engaño. Creía ser feliz, se sentía llena y sin embargo, ahora se encontraba en una encrucijada. La culpa la tuvo esa otra, aquella que irrumpe como una invasora y vino a robarse la magia de ese amor en apogeo.



–¡Bruja! –gruñó, como una leona herida, elucubrando incontables imprecaciones en contra de aquella intrusa–, ¡me quitó lo que era mío!

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