La fábrica de chocolates y de sueños - Prólogo
Prólogo de nuestra novela que retrata las vivencias en la Escuela Industrial HC
Título de la Obra:
"La fábrica de chocolates y de sueños"
Quisiera invitarlos a
abordar esta “máquina del tiempo” para remontarnos al pasado, a la década de
los ochentas, época en que fuimos alumnos de la enseñanza media. Una generación
de jóvenes abrumados por la incertidumbre y que nos tocó vivir la adolescencia en
un período de la historia que se anexará a los hitos que determinaron un antes
y un después en la memoria de nuestro pueblo. Aquel período tuvo una particular
connotación por encontrarse sometidos nuestros ímpetus a un poder fáctico que
coartaba la libertad, tanto de expresión como del levantamiento de las masas
para manifestarse tal como lo establece el derecho, no permitiendo la
confrontación de ideas y limitando la manera de pensar de quienes nos
formábamos en aquellos años en la enseñanza técnico industrial. Por otro lado, la
cuestión socioeconómica que asolaba a muchas de las familias en nuestro país,
sólo admitía el acceso a una educación mezquina, que apostaba a la cuantía por
sobre la calidad.
Como todo joven, yo
buscaba encontrar mi identidad de modo de enfrentar el futuro, que ya era
incierto, de la mejor manera posible. Mis familiares y redes de contactos, que
no eran muchos por cierto, me instaban a “estudiar para ser alguien en la
vida”. Ese fue mi afán y no porque tuviera las cosas tan claras, más bien
porque me lo repitieron hasta el cansancio y se quedó grabado en mí, tal si
fuera una marca a hierro candente. En primera instancia, el estudio pasó a
convertirse en una meta forzosa y que posteriormente fue mutando en un medio
para conseguir otros logros, principalmente económicos a fin de superar la
pobreza. Con el tiempo me enteré que una de las consecuencias del golpe militar
y de las políticas neoliberales imperantes en la década de los ochenta y que
estaban basadas en la competencia, la libre empresa y la libertad de los
mercados; tuvieron directa relación con los conceptos de progreso y
prosperidad, lo que trajo como resultado que la educación en Chile se
transformara en un producto más para ser transado mercantilmente en el modelo
económico imperante. Esto significó que la dictadura militar fomentó el negocio
de la enseñanza a través de la privatización de la misma, dejando en manos de
los empresarios, llamados sostenedores privados, la solución de las necesidades
sociales mediante colegios particulares subvencionados.
Estaba
claro en mi memoria el año 1981, fue clave, pues marcó el inicio del retiro del
Estado como entidad responsable de la educación pública, dando paso a la
descentralización y el municipalizar y privatizar la educación, cambiando del
subsidio por la oferta al subsidio por la demanda, es decir, obtener utilidades
mediante pagos del gobierno por cantidad de alumnos matriculados. Uno de los
efectos más significativos fue el traspaso en comodato de escuelas públicas de
Enseñanza Media Técnico Profesional a gremios empresariales. O sea teníamos
colegios subvencionados por el régimen y administrados por privados.
Recuerdo
que el diario “El Fortín Mapocho” en 1984 divulgó la noticia de una conferencia
de prensa ofrecida por cinco dirigentes de la AGECH (Asociación Gremial de Educadores
en Chile) quienes denunciaron datos estadísticos propios de algunos de estos
colegios, entre los que se citaba a la “…cadena
de colegios H.C. Libertadores, un complejo monopólico que contaba con más de
veinte planteles y alrededor de treinta mil niños: recibía treinta y nueve
millones de pesos en subvenciones”.
Bueno,
entre estos veinte establecimientos repartidos en distintas comunas de la
metrópoli se contaba a aquel fundado el año 1978 con el nombre de “Colegio
Industrial Diurno Particular Libertador Bernardo O’Higgins”, comúnmente conocido
como Escuela Industrial HC cuyos dueños fueron la “Sociedad Educacional
Hormazabal Calderón” formada por don Hugo Hormazabal Espinoza y la señora
Gladys Calderón Rojas, considerados “Megasostenedores” y fundadores de CONACEP
- Corporación Nacional de Colegios Particulares.
El edificio, añoso y mudo
testigo de los acontecimientos que se suscitaron a su alrededor, se alzaba en
plena avenida Independencia, una importante arteria de la comuna del mismo
nombre, muy cerca de la calle Maruri que, en palabras del escritor y académico
José Leandro Urbina, “…tiene tradición de
haber sido un microcosmos en los años sesenta y setenta, donde la literatura provee
una larga tradición de escritura social y de la cual han salido personajes
notables, como los de Edwards Bello, González Vera, Manuel Rojas, (y) Juana
Lucero de D Halmar…, (y que) ayudan a entender el vínculo inescapable de la
literatura y la historia en nuestra cultura”. Bueno dos industrias habían
en aquel sector en esos años: las cervecerías Ebner y la fábrica de chocolates
Congo. Esta última se despojó del overol y se enfundó la cotona del maestro;
del formador. Cambió la maquinaria por la pizarra y la tiza. Se desentendió
incluso de su nombre volviéndose una escuela, pero no una cualquiera, fue la “industrial”,
aquella que nos acogió en sus frívolas instalaciones que aún conservaban algo
de ese aire manufacturero, ese halo dejado por los trabajadores que ofrendaban
su tiempo en las máquinas y que posiblemente no imaginaron que terminaría convirtiéndose
en algo totalmente distinto, con otro rumbo, con otros propósitos, aunque en
buenas cuentas, sin abandonar del todo el mercantilismo. Curiosidades que sólo
la economía podría explicar. En fin. Algunos ex alumnos me han comentado que en
los primeros años como entidad formadora de técnicos, aún era posible encontrar
rollos de envolturas y cajas con residuos de chocolate. Evidencias de una
agónica actividad que la mercadotecnia habría aplicado una suerte de
metamorfosis para adecuarla a los nuevos tiempos –Talvez como lo hizo Willy
Wonka y sus famosos umpa lumpa–. Bromeaba otro de los ex alumnos, rememorando a
esa obra literaria de Roald Dahl: “Charlie y la fábrica de chocolate” o quizás
a su versión fílmica estrenada en la década del setenta e interpretada por Gene
Wilder, sí, el mismo sujeto crespo de “La Chica de Rojo” que posteriormente hizo
furor en los ochentas en Chile con la sensacional Kelly LeBrock.
Pues bien, así dio sus
primeros pasos la Escuela Industrial HC y que marcó a una generación de hombres
y mujeres que experimentaron diversidad de sentimientos al interior de sus muros
de mustios relieves, y que fueron grabando en sus inicios el compás de la
maquinaria y posteriormente, los ecos de las voces de los jóvenes que se
manifestaban o de los mismos maestros, que con sus cátedras, ponían su empeño
en sembrar la semilla del conocimiento en nuestras cabezas. El único recurso
conque contaríamos a posteriori para ganarnos la vida.
Sí, la educación era
nuestra apuesta para abrirnos paso a un futuro más auspicioso, pero ese ya no era
un derecho en Chile pasó a convertirse en un beneficio para quienes pudieran
pagarlo. En buenas cuentas, la nuestra se había convertido en una inversión
para proveernos mejores herramientas y enfrentar la adversidad, sin embargo,
había mucho en contra: nuestra inexperiencia, la inmadurez y por supuesto la
dictadura militar.
Sin ser letreado lo minimo que puedo hacer es un comentario
ResponderEliminarQuerido Fabian..se nota que eres uno de los buenos
Al leer tu prólogo me llevaste al pasado y me involucraste y me llevaste a nuestros sueños y fantasias de adolescentes de todos los que tenemos el corazon H.C. de por vida.
Eres grande..y solo los grandes te involucran con solo tomar un lapiz y escribir...
Te pasaste...me pongo de pie para aplaudirte....
Me gustaria leer alguna novela o libro tuyo..
De todo corazon un abrazo fuerte Compañero...
Hola Fabián me gustaría preguntarles a los H.C.que pasó con la opinión...nadie más tiene que decir algo???
ResponderEliminarGracia Fabián por llevarlo a ese pasado lleno de sueño y volver a ser un soñado y volver a tener eso recuerdo de añoranza gracias Fabián. Un. Abbrazo
ResponderEliminarHoy con 53 años por cumplir al leer esta publicación regresan los recuerdos, sensaciones e incluso por que no los sabores de esos añorados completos de la " mercedita "tantas anécdotas, simarras alegrías y penas.tiempos malos dicen algunos pero que con gusto volvería a vivir
ResponderEliminarGracias Fabián...
Nelson rojas
Hoy con 53 años por cumplir al leer esta publicación regresan los recuerdos, sensaciones e incluso por que no los sabores de esos añorados completos de la " mercedita "tantas anécdotas, simarras alegrías y penas.tiempos malos dicen algunos pero que con gusto volvería a vivir
ResponderEliminarGracias Fabián...
Nelson rojas
Que hermosos recuerdos vienen a mi memoria... Soy orgullosa de ser de la generación fundadora de las escuelas HC... Cómo no recordar la panadería Pinto donde comprábamos el Pancito o La Mercedita donde compartíamos un completo entre tres o cuatro, ya que ninguno contaba con mucho dinero, pero fué la época más feliz de mi vida. También nos reuníamos en la plaza frente a Los Caramelitos o en el Parque Forestal
ResponderEliminarCómo se puede adquirir el libro?
ResponderEliminarConocí ese lugar mucho antes de que fueran los HC, mi papá trabajó en la Fábrica de Chocolates Congo y me llevaba los fines de semana, el día Domingo, cuando le tocaba hacer turno solo. Era el sueño de un niño, era como Willy Wonka, con toda la fábrica de chocolates para mi solo. Que recuerdos mas dulces 😄
ResponderEliminarYo soy de la primera generación,se acuerdan del inspector Soto,gracias x este lindo recuerdo que nostalgia
ResponderEliminar1977
EliminarMi madre fue una de las primeras mujeres gerentes de la fábrica de chocolates durante los años 70. Hoy con 90 años aun se recuerda de sus trabajos en la sección envoltorios!!!
ResponderEliminarquien se acuerda del otro inspector uno chico de apellido chilin o algo así
ResponderEliminarHola a todos ...yo egrese el 83 y recuerdo la escuela como si fuese ayer..recuerdo a los inspectores soto ,lopez ,gily ,marin y gorigotia..al profe campos y a la profesora de fisica nely cid...
ResponderEliminarMaravilloso !! Es la primera palabra que se vino a mi cabeza, para expresar lo que sentí mientras leí tu relato, fueron años forjados a fuego en mi memoria, amigos, juventud, incertidumbre...un abrazo gigante para cada uno de ustedes.
ResponderEliminarYo también soy hijo de trabajador de la Congo del maestro chocolatero y pase muchos años ahí
ResponderEliminarLeo con nostalgia este relato, fueron los años de mi etapa de mayor ansiedad, como todo joven descubrí antes mis ojos realidades que no quería comprender, solo los compañeros y amigos de HC supieron cobijar esos sentimientos que ahora se ven tan lejos... Gracias por ese gran recuerdo..
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